Qué hacer cuando un niño del maternal muerde

Cuando muerde o son mordidos


Cómo entenderlo y trabajarlo

Si, claro, algunos niños del maternal "muerden" o "son mordidos". La desesperación invade a la maestra y a la brevedad, a los papás del niño mordido. Seguramente pasará más inadvertido para los papás del agresor y cómo dicen los japoneses, si solucionamos el problema evitaremos la culpa.

En general, el niño que va a morder busca ayuda en el adulto presente antes de accionar. Pero, si el adulto está muy absorto en otro tema, no notará el pedido. Entonces decimos que la causa es el "abandono". Esa situación en la que el niño no encuentra la ayuda del adulto es "abandono" aún cuando no se traduzca en una "mordida" Se puede corregir el problema si se evita la proximidad del niño que muerde con los otros niños y se está pendiente del posible pedido de ayuda del niño, antes de que muerda.

Cuando la costumbre de morder se ha instalado, es seguro que el pedido de ayuda al adulto ocurra con menor frecuencia. En ese caso, habrá que pensar en la intervención verbal reflexiva o la intervención no verbal. Cuando se trata de evitar que el niño muerda, suele resultar efectivo, decirle al niño que se muerda a sí mismo. Así experimentará conscientemente el resultado. En una o dos veces el hábito cesará; pero aún habrá que resolver el tema del "abandono". Para ello la técnica del "contacto visual" resulta una herramienta confiable, siempre y cuando la cantidad de intervención adulta disminuya paulatinamente. No es bueno participar en temas que los niños deben aprender a resolver por sí.

Hay algunos desencadenantes que conducen a que el niño muerda:

1. Frustración: El origen de la "mordida" es, seguramente, la frustración por no poderse comunicar verbalmente. Esos niños están necesitando algo y cómo no encuentran las palabras para expresarse, se frustran. También saben que su boca juega algún papel importante en conseguir resultados. Entonces, muerden. Si la acción de morder no se corrige de forma positiva, se convierte en un hábito instintivo y de reacción, desarrollado de modo inconsciente.

2. Estrés, que puede ser por un cambio importante como empezar la escuela. El estrés se puede potenciar por el cansancio o la frustración.

3. La respuesta del niño agredido: la respuesta del niño que es mordido despierta el interés del agresor. Ciertos niños son mordidos con más frecuencia que otros, lo que indicaría que estos niños agredidos tienen algún tipo de participación en el evento, ya sea con o sin intención, que provoca al niño que muerde. No se trata de cambiar o centrar el foco de la responsabilidad. Se trata solamente de observar que éste es un proceso de adaptación social entre dos personas que están experimentando y aún no comprenden cabalmente sus propios sentimientos y menos aún, que están dañando a otra persona.

Una de las formas para ir reduciendo la incidencia de morder es trabajar con ambas partes, el niño que muerde y el que recibe la mordida, sobre las posibles causas que parecen provocar la acción, tratando que el niño mordido pueda verbalizar que no le gusta que lo ataquen.

En ciertos casos será de utilidad, por lo inmediato, trasladar al niño que muerde a otra sala con otros niños emocionalmente más maduros con quienes no encontrará estímulo para ese daño. Los niños mayores pueden verbalizar sus requerimientos.

Los mejor que los papás pueden hacer es trabajar con la maestra y la escuela para encontrar la solución que ayude a su niño en desarrollo y al desarrollo de los otros niños de la misma sala. No podremos cambiar el pasado, pero pondremos la esperanza en el futuro.



Fuente: www.psicoespejo.com.ar